Envío a todo México

EL NORTE

Es sinfonía de voces

Daniel de la Fuente

Como un autor apasionado y apasionante, describe Carolina Farías, directora del Fondo Editorial de Nuevo León, a Ricardo Elizondo. «Cada una de sus obras lo demuestra, y ésta es una de sus grandes novelas», afirma quien fue su amiga y editora refiriéndose a Los talleres de la vida, obra póstuma del escritor.
-¿Desde cuándo la escribió? ¿Hasta qué fecha pudo intervenir en su escritura?

Ricardo me empezó a mandar la novela en marzo de 2011 y siguió haciéndolo durante ese año y el siguiente. Puso mucha atención en el plano de la colonia Amplios Llanos en la que se desarrolla la trama del libro. Lo revisamos varias veces para verificar que todos los personajes aparecieran. Con frecuencia charlábamos sobre la novela, desde antes de que empezara a mandármela, pero no podría precisar cuándo la empezó. Una de sus ilusiones al concluir su trabajo de tiempo completo en la Cervantina fue dedicarse de lleno a la escritura. Tener más tiempo.
-¿De qué habla en ella y qué solía decir él de la historia?

Narra el devenir de una colonia, una nueva urbanización y, con ella, la transformación de las vidas de sus habitantes. Sus avatares antes y después del crimen en torno al cual giran las voces de los personajes. Él solía decir que se trataba de un centenar de relatos y una novela virtual; de una gran sinfonía de voces en la que los años 50 dan la pauta y las canciones de moda, el ritmo. Él mismo redactó estas líneas sobre la novela: «Sobre Leticia Barba y Samuel García se tejieron muchas historias, casi todas embustes, deseos proyectados, afanes insatisfechos. Samuel no estaba para confirmarlos o reprimirlos -era el más accesible-, y Leticia hasta el fin siempre fue una dama, tan señora de su vida que poco caso hizo y ninguna explicación concedió. «Las décadas de 1950 y 1960 son el hueso y tuétano de estos relatos. Sólido hueso constructor de un crimen pasional, pero sólo mientras nos movemos en su centro, porque el tiempo y el espacio son, como lo han sido, una gelatina que se va entre los dedos». Se trata de una obra polifónica, señalaba, en la que cada personaje tiene su propio registro, de tal modo que el lector puede siempre remitirse a los datos de uno u otro.

-A dos años de su fallecimiento, ¿qué le depara a la obra de Ricardo?

Cuando una obra se publica, su destino en gran medida depende de sus lectores, de la reacción que despierte en ellos, para recomendarla y seguir leyendo a Ricardo. Nos piden mucho sus obras, estoy segura de que quienes leyeron Setenta veces siete y Narcedalia Piedrotas la van a leer. Hay que hacerla llegara ellos y a otros lectores que todavía no conocen su obra. Sus editores, los críticos, escritores o investigadores, los periodistas culturales y otros promotores, todos nosotros tenemos un papel central.